Pasaporte en mano y corazón abierto
Este año decidimos vivir el Día del Patrimonio Cultural con energía, zapatillas cómodas y una buena dosis de curiosidad. A lo largo de una jornada intensa —casi una maratón cultural— recorrimos distintos rincones de Santiago, siguiendo las huellas de la historia, el arte, la ciencia y la memoria colectiva. Y sí, todo comenzó con un objetivo simple pero poderoso: llenar nuestro pasaporte patrimonial.
Primera parada: Museo Jedimar
Partimos el día con motores rugiendo en el Museo Jedimar, un espacio fascinante para los amantes de los autos clásicos y la historia automotriz. Entre modelos de lujo, reliquias restauradas y vehículos con más de 70 años, descubrimos cómo el diseño y la ingeniería también son parte de nuestro patrimonio. No solo fue una lección de mecánica, fue una vuelta al pasado sobre ruedas.







Nuestro siguiente destino fue el Palacio Alhambra, pero al llegar, la fila parecía sacada de una feria internacional. Decidimos entonces caminar hasta la imponente Basílica del Santísimo Sacramento, otro tesoro arquitectónico. Lamentablemente, solo abriría sus puertas el sábado lo cual me parecio raro siendo que deberia estar presente en ambos días del patrimonio nacional… Aun así, estar ahí, frente a su arquitectura neogótica y sus detalles majestuosos, fue un regalo visual y espiritual.
Rumo a Bellas Artes: en busca del pasaporte
Nuestra travesía continuó en el Museo Nacional de Bellas Artes. Esta vez no fuimos por una exposición (aunque siempre vale la pena), sino por nuestro pasaporte patrimonial: una iniciativa hermosa que permite ir marcando los lugares visitados con timbres conmemorativos. Un gesto simbólico, pero potente: cada timbre se siente como una huella cultural que uno va coleccionando. Puedes conocer más sobre esta iniciativa en el sitio oficial del Día del Patrimonio Cultural.
Quinta Normal: un parque, tres museos y mucha historia
Con pasaporte en mano, llegamos a Quinta Normal, un clásico infaltable para quienes celebran este día.
Primero, nos sumergimos en el tiempo en el Museo Nacional de Historia Natural. Desde fósiles y taxidermia hasta una imponente ballena colgante, este museo es una joya educativa para todas las edades.







Luego cruzamos el parque para visitar el entrañable Museo Ferroviario, donde cada locomotora parece contarte su historia. El vapor, el acero y los recorridos de antaño cobraron vida entre fotos, anécdotas y muchas ganas de subirse a un tren.
Si bien ya lo habíamos hecho en una anterior visita esta vez las largas filas nos lo impidieron, por lo que si quieres esa experiencia, arma tu ruta y visitalos durante al año así sera una visita con mas emocion.





Y para cerrar esta etapa, pasamos al colorido Museo Artequin, donde el arte se enseña jugando. Este espacio nos recordó que la belleza no tiene por qué ser seria ni lejana: puede estar al alcance de todos, incluso de los más pequeños.
Salas didácticas con cuadros que hablaban y dinámicas para los niños sin duda un lugar donde llevarlos a conocer desde otra perspectiva, no fue nuestro mayor recorrido pero, ya con nuestro timbre solo quedaba el lugar que mas queriamos visitar este año.

Última parada: Ocean Pacific, el mar en tierra firme
Ya con el cansancio a cuestas pero aún con hambre de cultura, cerramos el día en el Museo Marítimo Ocean Pacific. Barcos en miniatura, uniformes navales y maquetas nos hicieron viajar por las costas de Chile sin necesidad de un puerto. Fue el broche perfecto para una jornada inolvidable.
Tenían una replica fabricada de fibra de vidrio a escala real de la mandíbula de un megalodon! y a su vez una replica de un tiburón blanco el mas grande en la actualidad y si no fuera poco un buso para poder dimensionar lo grande de este animal prehistórico, también un fósil de la tortuga laúd., es la especie de tortuga marina mas grande del mundo. Su caparazón no tiene placas a diferencia de las demás tortugas marinas. en la foto vemos que se encuentra disecada con un sistemas de taxidermia antiguo, rellenado con paja su interior y cosido su caparazón con hilo. Sin duda una increíble exhibición.





¿Por qué vivir el Día del Patrimonio?
Porque más allá de las filas, el cansancio o el apuro, este día nos regala algo valioso: la oportunidad de reencontrarnos con nuestra historia, desde distintos ángulos y disciplinas. Y con el pasaporte patrimonial como excusa (¡y sí, lo llenamos con orgullo!) al menos una pagina XD!, esta aventura se transformó en una especie de tesoro compartido.
¿Te animas a sumarte el próximo año?
Revisa las actividades y museos en diadelpatrimonio.cl, y prepárate para descubrir Chile con otros ojos.
Nos leemos en un siguiente blog! hasta entonces felices lecturas, bellos lectores.